Cruzando ayer Plaza de Mayo, me detuve a mirar un espectáculo
que, por cotidiano, me había resultado imperceptible tantas veces…
A las 6 de la tarde, los granaderos arrían la bandera del mástil
de la Plaza, Una
ceremonia de solemne coreografía, con saludos y pasos marciales, que he mirado
miles de veces sin ver…Y sólo por curiosidad o hacer tiempo, en alguna oportunidad me detuve a prestar atención.
Pero ayer fue distinto.
Una treintena de personas estaban rodeando el mástil, siguiendo cada uno de los
movimientos con absoluta seriedad. Otros diez tomaban fotos, reían, caminaban
cruzando el pequeño grupo humano, pero cuando la bandera estuvo en manos del
granadero, alguien gritó ¡Viva la patria! Y todos, los solemnes, los sacafotos,
los que reían, gritaron ¡Viva! Alguien
se animó a un ¡Viva Cristina! Y fue respondido nuevamente por el todo el coro
con un fuerte ¡Viva!
Esto es nuevo. Sentir orgullo por la bandera es una sensación
bastante reciente. Cantar el himno con ganas también es nuevo. Desde las épocas
de escuela, (los primeros años, digamos) cantar el himno u homenajear a la
bandera había dejado de ser una cuestión importante. Es más, muchas veces he omitido
cantar el himno, sólo esperando que terminara. Me era ajeno. Era de otros, como
la bandera. No era “mi” bandera, esa bandera planchadita, planchadita,
planchadita,…Una bandera que concentraba todo lo que me molestaba, repudiaba,
me dolía. Una bandera y un himno de los que se habían apropiado de las
riquezas, de las vidas, de la alegría…
Reconquistar la alegría de pertenecer a este país, pisar el
suelo y sentirlo propio, y sentirse
parte de este presente y el futuro acá,
en este lugar del mundo, con esta gente, con esta bandera y este himno…. Tá bueno,
me gusta, me da energía.
No hay dudas que sentirse parte de algo colectivo da energía,
es el mejor anti-age. Pensaba esto hace
una semana, cuando murió
Fanny Edelman. Para muchos, un nombre que no dice
nada. Murió una mujer centenaria. Pero esa mujer vivió sus 100 años abrazando
una causa (la humanidad explotada), una bandera (la roja), un himno (la Internacional). Esa mujer
que viajó a España para ser parte de las Brigadas Internacionales , conoció a lla Pasionaria, viajó a
Cuba a ponerse a disposicón de Fidel, que viajaba constantemente a Moscú hasta
que se le cayó el muro, se le abrió el piso y tuvo que empezar a repensar todo
de nuevo.
Por abrazar a la humanidad toda, no podía entender lo que pasaba en
la cuadra de su casa. Pero ya estaba muy
mayor para esa época, no es fácil sacarse de encima tantos años de pensar en
que las masas deberían ser comunistas, y que sólo un error histórico hizo que
abrazaran a Perón y Evita. ¿Las masas se equivocan? Debo estar poniéndome mayor, pero me veo
escribiendo sobre Fanny, sin los prejuicios que tuve mucho tiempo, con cierta
ternura y por qué no, cierta admiración,. sin juzgar su profundo gorilismo,
tratando de comprenderla . Siento lo mismo que sentía ella por La Internacional, me
sigue haciendo cosquillas la bandera roja, porque, a pesar de haber dejado la
militancia orgánica y las responsabilidades hace 20 años, sigo siendo una chica
de la FEDE. Ese
es mi origen, mi punto de partida, ese fue mi “formateo” y desde ahí, pensé,
actué, me comprometí toda mi vida. Aunque puteara a las fannys y los burócratas
del Partido, los errores cometidos, las agachadas y las traiciones. Soy parte de eso. Y desde ahí me comprometí
con este presente. Y desde ahí tarareo con alegría el himno, y me enrosco en la
bandera azul y blanca. Porque estoy con la humanidad explotada, con los
sometidos, con los pisotados me comprometo en mi país, mi ciudad, en mi barrio, en mi
trabajo diario, y con esta presidenta.
Camarada Fanny, hasta la victoria siempre