lunes, 10 de noviembre de 2008


Después de un naufragio, quedamos despojados, heridos, vulnerables. Empezamos a construír una balsa, nuestra balsa, con jirones del desastre.
Y vamos sobreviviendo, acostumbrándonos, conformándonos, agradándonos cada día un poco más .
Y empezamos a hermosear nuestra balsa, con caracoles y algas nuevas. Nos vamos desplazando suavemente, sin rumbo fijo, sin horizonte. Y nos sentimos felices.
Algunas veces, nos dejamos alcanzar por una ola pequeña, que nos mece por un rato con un ritmo distinto, y luego la dejamos ir. Otras, deseamos que la corriente que vemos a lo lejos nos arranque de la deriva, pero nos damos cuenta que tiene otro camino.
De pronto, nos sentimos en medio de una ola. Llegó sin presentirla, y ya estamos en ella. Y la ola crece, se hace torbellino, nos arrolla, nos sumerge, nos atropella, y sin darnos cuenta, quedamos tendidos en la playa. Exhaustos, sorprendidos, ante el mar que ahora nos interpela desde afuera, recordamos que alguna vez fuimos marineros. Y así, desnudos frente al mar inmenso, nos preguntamos si ya estaremos listos. Si, tal vez, nos volvamos a animar a navegar, sin destino, sólo por el placer de navegar

3 comentarios:

Ulschmidt dijo...

carámbanos, cuánta poesía ! - como estamos hoy

Anónimo dijo...

¡Ya sé, "La isla de Gilligan"! ¿Qué me gané, una licuadora? Por favor avísenme dónde la paso a retirar a desubicado@quesalame.com
Fan de Susana
PS: fuera de joda, lindo lo suyo, Laura. Suerte.

Charlie Boyle dijo...

Demasiada sola la balsa para mi gusto