Macondo I, de Hernando Nossa
Escuchando la Sonata nº 8 de don Ludwig y van, como marxista dura que soy, (tengo mis principios, pero si no gustan, tengo otros), y como fiel exponente del gataflorismo femenino, acá va otra perlita de Palermo Eleven…. (además, como estoy en pleno cambio y con defensas bajas, cualquier mimo es bienvenido, así sea en forma de un comentario tan simple como ”buen post”, y ya está demostrado que el público reclama más…así que: demagogia de almacén, que le dicen….)
Desembarcar en Once fue alucinante, me sentía en una suerte de Macondo…. Todos los días un descubrimiento. Parecía un chico que se sorprende a cada paso (podría llamarle también “actitud antropológica”, pero suena demasiado presuntuoso…y sólo se trataba de estar atenta) La mayoría estas sorpresas y descubrimientos, era relatada minuciosamente a modo de “diario” a mi amigo Pablo, el hardware que “contiene y sostiene” el soft de cine braille, que coleccionaba y seguía las Perlas del Once como una historieta diaria…
Como era un barrio que no había transitado demasiado antes, y caer ahí fue más una casualidad (y un salvavidas) que una búsqueda, me divertía observando edificios (a lo largo de la avenida Rivadavia, hay edificios alucinantes, que recorren los distintos estilos del siglo 20, desde maravillosos palacetes del Centenario, construcciones a lo Gaudí, art neouveau, a adefesios posmodernos decadentes), carteles, que son carteles como en cualquier otro lugar, pero a la vez, son especiales: el mejor, sin dudas, es el de la agencia de lotería frente a casa: “Los sueños de Freud” ¡Sólo en ese barrio puede existir una agencia de juegos con ese nombre!
Otro tema de interés eran los personajes: el crisol de razas de la nación inventada tiene el epicentro justo ahí… todas las colectividades, las antiguas y las recién llegadas están representadas, la multiplicidad de lenguas se ponen en juego en cualquier mercadito (chino) de la zona, las vestimentas más exóticas desfilan en la pasarela natural del barrio, las expresiones religiosas más diversas encuentran un portal abierto (será por el agujero negro?) en cualquier esquina , las actividades laborales más variadas, con variado grado de “legalidad”, también se desarrollan ahí. Sólo hay que abrir los ojos, y lo impensable se presenta. Darwin estaría fascinado, todo junto, en un mismo espacio y lugar.
Existen además en Once ciertos personajes “típicos”. Uno de los más extravagantes es el imitador de Elvis. Del Elvis decadente: El mismo corte de pelo, la misma vestimenta, los mismos anteojos, la misma gordura…El tipo pasa todas las tardes tomando café en un bar, rodeado de chicas, cada día con un “disfraz” distinto, pero siempre muy completo: tiene una colección de camisas, anteojos, sacos, camperas, bijou priestleriana (o algo así!). Y una colección de amigas, que lo acompañan también diariamente. Lo veía cada vez que pasaba por ese bar, y me causaba infinita gracia….Y llegó el día en que me lo crucé. Estaba en el súper, con mi hija, arrastrando el chango, y aparece “él” de frente. Me mira, y dice “Adiós, prrrrrrreciosssssssa” con acento de película mal traducida. También hablaba como Elvis! Por qué!!!!??? Ese fue el momento exacto en que caí en la cuenta del comienzo de mi propia decadencia. Las carcajadas de mi hija me siguen retumbando en los oídos, y el efecto secundario, que en su msn pusiera por varios días la leyenda “a mi mamá le tira onda un imitador de Elvis!!!!” sigue siendo una herida profunda difícil de cerrar, que será un elemento de negociación a la hora de escribir el testamento….
Desembarcar en Once fue alucinante, me sentía en una suerte de Macondo…. Todos los días un descubrimiento. Parecía un chico que se sorprende a cada paso (podría llamarle también “actitud antropológica”, pero suena demasiado presuntuoso…y sólo se trataba de estar atenta) La mayoría estas sorpresas y descubrimientos, era relatada minuciosamente a modo de “diario” a mi amigo Pablo, el hardware que “contiene y sostiene” el soft de cine braille, que coleccionaba y seguía las Perlas del Once como una historieta diaria…
Como era un barrio que no había transitado demasiado antes, y caer ahí fue más una casualidad (y un salvavidas) que una búsqueda, me divertía observando edificios (a lo largo de la avenida Rivadavia, hay edificios alucinantes, que recorren los distintos estilos del siglo 20, desde maravillosos palacetes del Centenario, construcciones a lo Gaudí, art neouveau, a adefesios posmodernos decadentes), carteles, que son carteles como en cualquier otro lugar, pero a la vez, son especiales: el mejor, sin dudas, es el de la agencia de lotería frente a casa: “Los sueños de Freud” ¡Sólo en ese barrio puede existir una agencia de juegos con ese nombre!
Otro tema de interés eran los personajes: el crisol de razas de la nación inventada tiene el epicentro justo ahí… todas las colectividades, las antiguas y las recién llegadas están representadas, la multiplicidad de lenguas se ponen en juego en cualquier mercadito (chino) de la zona, las vestimentas más exóticas desfilan en la pasarela natural del barrio, las expresiones religiosas más diversas encuentran un portal abierto (será por el agujero negro?) en cualquier esquina , las actividades laborales más variadas, con variado grado de “legalidad”, también se desarrollan ahí. Sólo hay que abrir los ojos, y lo impensable se presenta. Darwin estaría fascinado, todo junto, en un mismo espacio y lugar.
Existen además en Once ciertos personajes “típicos”. Uno de los más extravagantes es el imitador de Elvis. Del Elvis decadente: El mismo corte de pelo, la misma vestimenta, los mismos anteojos, la misma gordura…El tipo pasa todas las tardes tomando café en un bar, rodeado de chicas, cada día con un “disfraz” distinto, pero siempre muy completo: tiene una colección de camisas, anteojos, sacos, camperas, bijou priestleriana (o algo así!). Y una colección de amigas, que lo acompañan también diariamente. Lo veía cada vez que pasaba por ese bar, y me causaba infinita gracia….Y llegó el día en que me lo crucé. Estaba en el súper, con mi hija, arrastrando el chango, y aparece “él” de frente. Me mira, y dice “Adiós, prrrrrrreciosssssssa” con acento de película mal traducida. También hablaba como Elvis! Por qué!!!!??? Ese fue el momento exacto en que caí en la cuenta del comienzo de mi propia decadencia. Las carcajadas de mi hija me siguen retumbando en los oídos, y el efecto secundario, que en su msn pusiera por varios días la leyenda “a mi mamá le tira onda un imitador de Elvis!!!!” sigue siendo una herida profunda difícil de cerrar, que será un elemento de negociación a la hora de escribir el testamento….
6 comentarios:
Lástima que te vas... Si esperabas unos años (¿meses?) la tenías a Elisa Carrió en la Plaza, con una Biblia en la mano y hablando del Fin del Mundo inminente.
Muy bueno el programa.
Vivi cuatro años en Perón y Ayacucho. Salvo la anécdota del pseudoelvis, muchas cosas de las que cuenta me son muy familiares. Saludos!
Me gustan tus crónicas de Once. Por favor, seguí.
un abrazo
Cine: Creo que la ví ayer domingo, cantando con un grupo de de evangelistas, hablando justamente de que se viene el estallido.... Estoy segura que era ella!
Rene: tal vez nos cruzamos comprando facturas el domingo! Es bueno tener alguien que no me deja mentir, porque a veces pienso que se trata de una alucinacion..
Fernando: Gracias! Trataremos de meter alguna perlita mas.. Como me gustan tus blogs (y las puinturas y esculturas, claro)
Saludos a los tres= L
Buenísimo, pero más que a Darwin lo veo al Mali, lo veo.
Canilla: Y sí, pero para no abusar de la autoridad etnográfica....
Publicar un comentario