Gallinas
Mientras no poseí más que mi catre y mis libros, fui feliz. Ahora poseo nueve gallinas y un gallo, y mi alma está perturbada.
La propiedad me ha hecho cruel. Siempre que compraba una gallina la ataba dos días a un árbol, para imponerle mi domicilio, destruyendo en su memoria frágil el amor a su antigua residencia. Remendé el cerco de mi patio, con el fin de evitar la evasión de mis aves, y la invasión de zorros de cuatro y dos pies. Me aislé, fortifiqué la frontera, tracé una línea diabólica entre mi prójimo y yo. Dividí la humanidad en dos categorías; yo, dueño de mis gallinas, y los demás que podían quitármelas. Definí el delito. El mundo se llena para mí de presuntos ladrones, y por primera vez lancé del otro lado del cerco una mirada hostil.
Mi gallo era demasiado joven. El gallo del vecino saltó el cerco y se puso a hacer la corte a mis gallinas y a amargar la existencia de mi gallo. Despedí a pedradas el intruso, pero saltaban el cerco y aovaron en casa del vecino. Reclamé los huevos y mi vecino me aborreció. Desde entonces vi su cara sobre el cerco, su mirada inquisidora y hostil, idéntica a la mía. Sus pollos pasaban el cerco, y devoraban el maíz mojado que consagraba a los míos. Los pollos ajenos me parecieron criminales. Los perseguí, y cegado por la rabia maté uno. El vecino atribuyó una importancia enorme al atentado. No quiso aceptar una indemnización pecuniaria. Retiró gravemente el cadáver de su pollo, y en lugar de comérselo, se lo mostró a sus amigos, con lo cual empezó a circular por el pueblo la leyenda de mi brutalidad imperialista. Tuve que reforzar el cerco, aumentar la vigilancia, elevar, en una palabra, mi presupuesto de guerra. El vecino dispone de un perro decidido a todo; yo pienso adquirir un revólver.
¿Dónde está mi vieja tranquilidad? Estoy envenenado por la desconfianza y por el odio. El espíritu del mal se ha apoderado de mí. Antes era un hombre. Ahora soy un propietario...
Publicado en "El Nacional", 5 de julio de 1910.
Hace unas semanas me regalaron las Obras Completas de Rafael Barret. El viejo Barret, como lo llama su nieto Alberto, fue un librepensador, un escritor, periodista que dedicó la última parte de su corta vida a denunciar las terribles condiciones de explotación en el Paraguay, a dar charlas y colaborar con los que menos tienen. Se declaró anarquista pocos años antes de morir. Su obra no es tan difundida, y no soy quien para andar recomendando nada pero, valiéndome del viejo truco de las citas, me permito copiar algunas opiniones más calificadas que la mía. Se dice que la obra de Barret junto a la de Martí, constituyen el germen de la literatura latinoamericana:
En Paraguay, Augusto Roa Bastos ha dicho:
En Argentina, Jorge Luis Borges decía en una carta de 1917 a su amigo Roberto Godel:
En Uruguay, José Eneique Rodó, que coincidió con Barrett en Montevideo y quedó deslumbrado por sus artículos en la prensa, escribía:
5 comentarios:
Laura,no lo conocía pero me ha encantado.
Prometo leerlo
Saludos
Felipe, en el link que puse en su nombre, hay varios artículos escritos por él. Me alegra que te guste
Saludos
Buenisimo el texto!!!
Laura: no encuentro el link...
Un beso
Fer
Perdon, ya lo encontre.
Fer: Bueno, te presto el libro (más mala que la peste bubónica la mina, pero vaya también como agradecimiento por la inspiración para titular) Acá un link más pulenta:
http://es.wikisource.org/wiki/Categor%C3%ADa:Ensayos_de_Rafael_Barrett
Beso
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