La primer noticia me agarró en la calle, en Avenida de Mayo y 9 de julio, en medio de festejos por la Revolución de 1810 a puro flamenco y cante organizado por el desgobierno de la ciudad (qué típico, no? faltaba degustación de tapas...)
Esperaba a mi hijo. Nos encontrábamos ahí. El mensaje de texto decía "Murió don Mario. Que dolor. Un abrazo, compañera. No llores". Nunca le hice caso, no iba a empezar ahora…y solté las primeras lágrimas. Y entonces me dí cuenta por qué había sido el padre de mis hijos. Porque después el después, las brechas, los abismos. Pero fuimos compañeros por amor y compromiso. No entiendo el amor sin compromiso con el otro, con los otros. Porque nos daba bronca lo mismo, nos dolía lo mismo, nos ilusionaba lo mismo y nos apasionaba lo mismo. Y Benedetti era alguien de la familia a quien queríamos y respetábamos. Por eso sé que también estaba llorando
Al rato llegaron nuevos mensajes: Cris, Juan, Claudia, Rosa, Franco….amigos, compañeros de la vida, compartiendo la tristeza como compartimos un café, una comida, una marcha, un proyecto.
La muerte estaba anunciada. La fuimos masticando, racionalizando durante días (que espanto racionalizar la muerte!). Pero nos tomó por asalto. Nos dejó mudos. Paralizados. Se nos salieron las entrañas.
Ya en casa, prendí la tele, me colgué de la pantalla, vomité un adiós, mi adiós desde las tripas, sin pensar.
La muerte nos enfrenta con los sentimientos en estado puro, sin filtros, sin lugar para las correcciones. Es el momento justo en el que el viejo zorro Malinovski nos manda a registrar, diario en mano, esas reacciones espontáneas, esos “imponderables de la vida cotidiana”, donde decimos, actuamos, sentimos sin ningún cuidado, sin correcciones, sin otra intencionalidad que expresar lo que nos pasa de verdad. Esa serie de fenómenos que no pueden ser “preguntados” en interrogatorios, ni analizados en documentos sino que tienen que ser observados en plena realidad Ahora, cómo distanciarse, cómo registrar objetivamente si una está atravesada por el sentimiento! Empatía un carajo!
Así, empecé a buscar en la virtualidad, recorriendo blogs, reconociéndome en otros posts, sintiéndome parte de un nuevo universo de amigos, compartiendo en silencio el dolor y la tristeza. Algunos ni hacía falta espiarlos, sé que están a corazón abierto como una. Otros que confirman, otros que sorprenden, otros que enojan. Como en la tele. Ojos estúpidos diciendo palabras estúpidas. Analizando, mintiendo un reconocimiento de velorio. Pero por qué no te callas!!! No toquetees, no manosees…. No hables del gran poeta cuya obra es reconocida internacionalmente, no compares con otros, no hables de estilos No analices literariamente su obra, no hables de poesía, de novelas, de ensayos, acá hablamos de otra cosa. Acaso analizás la métrica de los besos, la sinécdoque de las caricias a la hora del amor? Qué tristeza, qué pobreza….
Don Mario era un imponderable de la vida cotidiana, un borbotón de vida, de compromiso, de sentimientos, de coherencia. Era un imprescindible. Por eso lo lloramos. Sin filtros. A pura tripa
2 comentarios:
Como la poesía interpela directanente a los sentimientos, los poemas leídos, oídos, dichos pasan a ser de alguna manera propios, mojones de momentos buenos, malos o buenos-malos de la vida. Por eso, la muerte de un poeta tiene una resonancia particular: es como si muriera alguien cercano o como si muriera alguien dentro de nosotros mismos.
Un beso
Milonga triste, en tono de retirada.
De esas que uno canta p'adentro.vo.
Lindo post.
Publicar un comentario