martes, 26 de enero de 2010

Intermezzo: Pau Casals y las Suites para violonchelo solo de Bach

Eric Siblin · · · ·

Eric Siblin cuenta cómo un treceañero Pau Casals dio con una obra maestra olvidada de Bach.

La primera vez que me vi expuesto a las Suites para violonchelo solo de Bach, tras haber trabajado como crítico de música pop para un diario, se renovó mi circuito auditivo. Sucedió en una pequeña sala de conciertos en la que un violonchelista con una mata de pelo blanco se inclinaba sobre un instrumento del siglo XVII. En manos de Laurence Lesser [1], ese instrumento parecía desafiar las leyes de la gravedad musical. Oí música cortesana que habría llevado a Luis XIV al salón de baile, pero también riffs [2] que podían haber sido propulsados por Jimmy Page [3]; había gigas celtas y endechas espirituales, un tema de película de espías, floreos casi orientales, minimalismo moderno y la algazara de un violinista de taberna medieval.

En las notas del programa explicaba Lesser, de Boston, que las suites rara vez se oían antes de 1890, año en que un violonchelista de 13 años salió de paseo con su padre por el barrio viejo portuario de BarceIona. El chelista era Pau Casals y cuando se tropezó con la partitura de las Suites para violonchelo solo, cambiaron tanto su vida como el curso de la historia de la música. Casals pasó los doce años siguientes practicando con esta música hasta reunir la confianza suficiente para tocar una suite completa ante el público. Esta imagen del niño chelista que descubre esa música era el dramático arranque de la historia que me di cuenta entonces que yo quería contar. Pronto, conforme escuchaba esta música sublime una y otra vez, me parecía oír en el preludio de la primera suite ese paseo que lleva a un descubrimiento fortuito.

Para empezar, ¿por qué escribió Bach está música sin precedentes para un solista? Se cree que fue compuesta en torno a 1720, pero no hay pruebas concluyentes, puesto que desapareció el manuscrito original. Hay otros interrogantes. La Suite nº 5 , por ejemplo, compuesta para una extraña afinación, existe también en una hermosa versión para laúd solo dedicada a cierto "Monsieur Schouster", de quien nada se sabe. Y la Suite nº 6 fue escrita para un misterioso instrumento de cinco cuerdas.

Estas preguntas son típicas cuando se trata de Bach. A diferencia de sus principales competidores en el panteón de la música clásica – Mozart y Beethoven – sólo ha sido objeto de atención de pasada en la cultura popular. En parte eso se debe a lo poco que hay documentado históricamente sobre él. Sólo ha sobrevivido un retrato auténtico, del pintor de la corte de Sajonia, Elias Hausmann, que retrata a un ciudadano con peluca algo adusto, un tanto grueso, que sujeta una partitura para que la posteridad le dé vueltas. Pero la vida de Bach no era estirada. Le gustaban mucho sus tragos (vino, cerveza, brandy), su tabaco para pipa, sus veinte hijos (diez de los cuales llegaron a adultos), su primera mujer (que murió joven) y la segunda (que era joven cuando se casaron). En cierta memorable ocasión tuvo una reyerta con un bajista pendenciero y llegó a desenfundar la espada. En otra, acabó en las prisiones del duque.

Algo de lo que Bach no disfrutó en el curso de su vida – y vivió entre 1685 y 1750 – fue de una fama considerable. La vía para un gran éxito pasaba en el caso de los compositores de su época por los teatros de ópera, y Bach nunca vivió en una ciudad que mantuviera ninguno. Trabajó duro en la relativa obscuridad de lugares como Arnstadt, Mühlhausen, Weimar, Cöthen, y Leipzig.

Le llegó una fama más amplia casi ochenta años después de su muerte, cuando un Felix Mendelssohn veinteañero puso en escena una interpretación de La pasión de San Mateo que fue todo un triunfo. Pero el llamado renacimiento de Bach – la primera vez que salió del dominio de los especialistas y consiguió un auditorio popular – siguió avanzando lentamente. De modo que cuando Casals puso los ojos en una música de violonchelo cuya existencia había desconocido hasta entonces, seguía la pauta de la historia de Bach. Para aquellos músicos que sabían de ellas, las Suites para violonchelo solo eran consideradas áridos ejercicios técnicos de cierto valor pedagógico, pero no aptas para la sala de conciertos. Cuando Casals comenzó a hacerse una idea de la música, no disponía de ningún modelo. Tuvo que reinventarla, dado que el manuscrito autógrafo se había perdido y las escasas copias que habían sobrevivido diferían en los detalles. Desconocemos todavía qué había pensado Bach respecto al tempo, la dinámica, la técnica del arco o los estilos de ejecución. Consiguientemente, la partitura viene con licencia poética adjunta.

Todo violonchelista del siglo pasado acabaría midiéndose en su ejecución con la de un músico bajito y calvo de una pequeña ciudad de Cataluña, que sufría regularmente accesos de pánico escénico y cerraba con fuerza los ojos mientras tocaba. Durante mucho tiempo no hubo nadie en ninguna parte que sonara ni la mitad de bien.

La evidencia más temprana que yo haya encontrado de interpretaciones por parte de Casals de una de las Suites para violonchelo solo proviene del otoño de 1901. Andaba en una gira conjunta por España con el pianista británico Harold Bauer. El Diario de Barcelona recogía el 17 de octubre que Casals había tocado "la 'Suite' de Bach" y alababa su interpretación por su dicción y dignidad. Posteriormente, en el curso de la misma gira, El Liberal de Madrid informaba de que "una suite de Bach mereció una prolongada ovación para el señor Casals". La música que había yacido dormida durante casi dos siglos se oía finalmente.

Pero hasta la década de 1930 – durante la Guerra Civil española y poco después- no grabó finalmente Casals las seis suites completas. Esa primera grabación histórica completa de la música suena terriblemente apremiante y desesperada y esperanzada en maneras que no serían el caso en tiempo de paz. Casals, antifascista republicano, grabó la segunda y tercera suites en los estudios londinenses de Abbey Road en 1936, en el mismo momento en que se libraba con furia la Batalla de Madrid y era bombardeada la población civil. Las suites primera y sexta se grabaron en Paris en 1938, mientras la República Española aguantaba todavía la embestida del fascismo. Y finalmente las suites cuatro y cinco se grabaron en junio de 1939, poco después de que el General Franco hubiera ganado la guerra.

Desde entonces, las suites se han convertido en un rito de paso para quienes tocan el chelo. En una visita reciente a una tienda de discos de Manhattan encontré no menos de 24 versiones; la histórica grabación de Casals sigue siendo la más vendida.

Cada una de las suites tiene su propia personalidad. La primera es optimista y está llena de juvenil energía. La segunda suite, para mi, se convierte en una tragedia, y hay pruebas de que pudiera expresar el dolor de Bach por la muerte de su primera esposa. La tercera suite representa el amor, la cuarta, la lucha, la quinta, el misterio, y la sexta – rompiendo los límites de todo lo que venía antes y compuesta para un instrumento con una cuerda extra –, la transcendencia.

Me encontraba en Bruselas investigando la sexta de las suites, cuando topé una tarde con la tarjeta de una tienda de música de segunda mano de nombre Prelude. La localicé, intrigado: era un tingladillo con lo mínimo, con su perro descabezando un sueñecito y su dueño parecidamente desganado. No había gran cosa a la venta salvo alguna que otra pila mohosa de partituras. Me abrí paso por entre el montón dedicado al chelo, y reconocí los nombres de pedagogos del siglo XIX. Luego hojeé una pieza musical encuadernada a medida que se vendía por seis dólares. El lugar pareció dar vueltas: era la edición de Grützmacher de las Suites, la misma con la que se tropezó Casals en 1890. La vieja caja registradora resonó con lo que había comprado. Me había adentrado en una escena de mi imaginación.

Eric Siblin, crítico, musicólogo y documentalista canadiense radicado en Montreal, es autor de The Cello Suites: In Search of a Baroque Masterpiece, publicado por Harvill Secker.

NOTAS T.: [1] Extraordinario intérprete de chelo, Lesser, actual profesor del New England Conservatory, fue premio Tchaikovski en 1966 en Moscú, y realizó la primera grabación mundial del Concierto para violonchelo de Schoenberg. [2] Riff es una frase que se repite a menudo, normalmente ejecutada por la sección de acompañamiento. [3] Afamado guitarrista conocido por haber sido uno de los líderes del grupo de rock Led Zeppelin.

Pau Casals- Suite Nro 1 para Cello- Bach


5 comentarios:

mariajesusparadela dijo...

Qué maravilla, Laura, cada día me sorprendes.

ayjblog dijo...

este si es bueno (bue, a mi me gusta mas)
saludos

Laura dijo...

Maria Jesus: sí, una maravilla, de verdad
AYJ: Miracolo! Debe estar por finalizar el mundo, no me quedan dudas:
1)Comenta con su nombre (o algo similar)
2) Algo que considera bueno en este humilde blog. Anda bien?, no tendrá fiebre?, mire que hay alerta naranja, eh?

ayjblog dijo...

che no es para tanto, debere ir a ver 2012?
leo, pero como no me peleo no comento demasiado, en otros me peleo mas

Laura dijo...

A qué viene 2012. No la vi...Y por qué cree que lo peleo, de bruja no más?