Sahil Kapur · · · · ·
18/10/09
El combativo discurso del congresista Alan Grayson dio a probar a los republicanos un poco de su propia y amarga medicina en lo tocante a la reforma sanitaria.
La semana pasada el congresista demócrata Alan Grayson batió a los republicanos en su propio juego al atacarlos contundentemente por dar largas a la crisis del sistema sanitario norteamericano. Tomando la palabra en la sede de la Cámara de Representantes, resumió el plan de atención sanitaria de los republicanos con un "No te pongas enfermo, y en caso de enfermar, muérete cuanto antes". A los republicanos les desconcertó tanto como los faros de un coche a un ciervo, lo que resulta comprensible, dado que no están acostumbrados a que los demócratas muestren sus agallas.
Lejos de bajar la cabeza ante la inmediata indignación y la exigencia de disculpas por parte de los republicanos, Grayson se ciño con firmeza a su posición, provocando a sus oponentes al afirmar que pediría disculpas, pero sólo a "los difuntos y sus familias" por el fracaso del gobierno en la mejora del sistema. De hecho, Grayson ha redoblado desde entonces su retórica en un reciente bombardeo mediático, tachando a los republicanos de "cavernícolas
retrógrados" y "fábrica de mentiras" cuya única política se reduce al obstruccionismo. Al no conseguir presentar una contrapropuesta en días posteriores, los republicanos han dado efectivamente la razón a Grayson.
Esta clase de espíritu beligerante resulta corriente entre los republicanos pero muy raro entre los demócratas, lo que explica en buena medida por qué los demócratas se ven tan a menudo empantanados en refriegas legislativas en las que llevan las de ganar política, intelectual, moral, históricamente, además de en las encuestas. La potencia estelar de Grayson se ha disparado desde sus últimas declaraciones. Y mientras que el GOP [Great Old Party, apodo del Partido Republicano] le ha designado enemigo público número uno, él ha enardecido a las bases demócratas.
Lo que hace tan singular a Grayson es la pasión que muestra por abanderar causas de la izquierda liberal, y su enérgica denuncia de las mentiras de sus oponentes republicanos, así como de lo insubstancial del actual movimiento conservador. Debido al considerable giro a la derecha del partido Demócrata en las últimas décadas, los progresistas apenas sí están ya representados en el gobierno norteamericano. Y si bien existen unas cuantas excepciones notables, ninguna de ellas ha llegado a mostrar la determinación de la que hizo gala Grayson esta semana.
En los últimos 30 años, los republicanos han tirado de Norteamérica más y más a la derecha de lo que hubiera sido concebible en otro tiempo, y los demócratas han sido en esto cómplices. Muchos demócratas se quedaron impasibles, cuando no apoyaron a los republicanos que libraban guerras innecesarias y destructivas, violaban la Constitución y el Derecho internacional, redistribuían la riqueza hacia arriba, de los pobres con empleo a los ricos, dejando que decenas de millones de personas se quedasen sin atención sanitaria e ignorando a propósito la amenaza del cambio climático.
Los demócratas han permitido de manera efectiva que los republicanos borren el adjetivo "liberal" con el fin de convertirlo en una mancha. Y esto continúa hoy en día, no obstante el hecho de que los conservadores han conducido a Norteamérica a uno de sus rincones más obscuros. El acomplejado enfoque conciliatorio del presidente Obama cae en esta práctica. El celo con el que los republicanos siguen promocionando su agenda, pese a sus inmensos fracasos, muestra un agudo contraste con el tibio espíritu demócrata.
De ahí que Grayson no sea un demócrata típico y por eso mismo representa justo lo que a los demócratas les hacía falta desde hace tanto tiempo. El partido domina la Cámara de Representantes, goza de una mayoría a prueba de filibusteros parlamentarios en el Senado, y se jacta de tener un presidente popular, pero sigue viéndose empujando e intimidado por el GOP, que es menos popular que nunca y carece de propuestas serias para resolver los problemas de hoy en día. ¿Y qué es lo que ofrece? Falta de fortaleza.
Para remate de una era de enorme cinismo político y un dominio sin precedentes del dinero en la política, los progresistas han perdido el equilibrio, dando tumbos detrás de los conservadores por una pendiente cada vez más escarpada, mientras los demócratas siguen capitulando ante quienes les ponen en esos dilemas. En una época en la que las contribuciones a las campañas por parte de opulentos y miopes grupos de interés resultan tan cruciales para sobrevivir políticamente, el incentivo de los demócratas corrientes consiste en seguir el juego, no en cambiarlo.
Con un Partido Demócrata que se metamorfosea poco a poco en un Partido Republicano descafeinado, los progresistas se han ido volviendo cada vez más cínicos respecto a la política. Muchos de ellos encuentran poco incentivo en ir a votar o participar en el proceso político. Un fervor por las causas liberales del género del mostrado por Grayson puede ayudar a recobrar este menguante entusiasmo, logrando acaso motivar en última instancia a los demócratas para que vuelvan a convertirse en auténticos progresistas.
La era de Internet lo mismo te da oportunidades que representa un potencial para autolesionarse, pero Grayson parece encantado de aceptar el reto. Los demócratas necesitan representantes que crean de verdad en valores progresistas, que tengan el coraje de luchar por aquello en lo que creen, y que no pongan su conveniencia política por delante de lo que es hacer bien su tarea. "Necesitamos demócratas con agallas", afirma Grayson refiriéndose al problema en su conjunto, y no le falta razón.
Sahil Kapur, escritor y periodista político, colabora con The Huffington Post y otros medios como AlterNet, Campus Progress y Daily Kos.
2 comentarios:
El señor Kapur queda en la superficie. No se trata de que los demócratas carezcan de agallas (por estos barrios se hace referencia a otros órganos, no exclusivos de los peces). Su falta de agallas es producto de su hibridez política. Hasta hace algunos años, los dos grandes partidos norteamericanos eran casi indistinguibles. Como dice Chomsky, un solo partido con dos nombres y dos listas de candidatos. Desde los 80, el Partido Republicano se fue tirando más y más a la derecha hasta el trogloditismo más notable.
El Demócrata no tuvo un desplazamiento acusado hacia la izquierda. Así, quedaron como una especie de ni chicha ni limonada, mientras que sus rivales eran limonada con poca agua y nada de azúcar.
Consecuencia: los que tienen posiciones definidas son agresivos. Los tibios son timoratos. Aunque hayan sido héroes de guerra condecorados por acciones de valor.
Saludos
Totalmente de acuerdo, don Andrés. Estamos hablando de un congresista de Estados Unidos de Norteamérica, sobre esa base.....qué quiere que le diga!
Me parece que la pequeña diferencia entre demócratas y republicanos es cuestion de caja, cómo reparten un poco más o un poco menos, o cómo creen que debería repartirse, nada más.
Me pareció interesante publicar el artículo, para ver justamente con qué ligereza se tilda de espíritu beligerante, único, con agallas, a un discurso (o un congresista) que se anima a decir lo que diría una maestra de grado nuestra,...
Publicar un comentario